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TEXTOS "El Jardín de lo Insinuado"
         
JAVIER LAPUENTE: EL JARDÍN DE LO INSINUADO
 
REBELIÓN Y REVELACIÓN

Todo mundo es invención, descubrimiento, o es nada. Todo mundo es padecimiento y es pérdida también. Encontrar, encontrarse, desubicado ya de toda confusión, es condición indispensable para el artista verdadero que lo sea. Javier Lapuente lo es: por talento plástico, rigor estético, autenticidad expresiva, fuerza y transmisión, evolución y coherencia.

Tras su inicial complicidad con la cerámica, desde sus acrílicos sobre lienzo en la serie “El encanto de lo cotidiano”, hace ya dos décadas, y “La mirada de barro”; o sus “Papeles de interior”, que incorporan el collage, hasta sus “Retratos de agua”, de hace apenas dos años, su pintura ha estado presidida por el mito de la terredad: silencio, habla, materia y gesto de la naturaleza cósmica, geográfica, doméstica: en estado sólido, líquido, gaseoso. Tierra, fuego, aire y agua como símbolos de lo elemental que existe, más, resiste a la realidad desde su más íntimo misterio.

Para llegar aquí, el trazo de nuestro pintor ha ido descargando materia al tiempo que se recargaba de espíritu. Tenía que ser así. Pues estamos ante una pintura cuyos ojos son la manos de la luz y el color es su voz. Luz y color restallaban cristalinos, abandonaban progresivamente los ocres y amarillos, hasta conseguir que blanco y azul se abrazasen en una simbiosis de sugerencias y fertilidad. 

   
   
   
 

Huerta, yermo, surco, hoja. Vaso, maceta, botella. Gota, lluvia,
río. Agua. Geometría y abstracción del drama de la sed.
“El jardín de lo insinuado” supone una radical y valiente, por arriesgada, prospección del vértigo, de la nada, desde la juvenil mirada expresionista, inquieta y tortuosa, hasta la madura serenidad del conocimiento ecléctico. Profundización persistente en el color diluido, esquematismo del objeto, insinuación del motivo, distorsión del concepto, evocación temática de una inocencia extrema que nos libere de la culpa. El agua y la tierra: alma y cuerpo de la naturaleza. Y el actual estado de su situación: paisaje exuberante, quemado, requemado; su manipulación por el hombre, que se insinúa o se oculta.

Lapuente es ya uno de mis pintores españoles preferidos de la Generación de la Democracia, siempre insurrecta por independiente. Junto a él (por distintos y no tan distantes caminos) fueron llegando a mi predilección Mira, Fombuena, Calero, Vicente Pascual, Broto, Larroy, García Sevilla, Sicilia y Barceló.


El arte sirve para sobrevivir.

Ángel Guinda
Madrid, invierno de 2007

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