Por lo que trae en su primera individual, coherente e inquieta en sus indagaciones, este joven artista, nacido en Tarazona, tiene inmediatas expectativas de futuro. La muestra de por sí ya me ha parecido interesante. Su titulo, “Columnario”, alude a la monografía temática que en realidad encierra; pero el motivo es, sobre todo, una excusa para pintar. Acaso conlleve también alguna sugerencia del ámbito helénico del que se han tomado esos capiteles más o menos jónicos. Sea como fuere, y respecto al abstracto puro, siempre supondrá una descriptiva ordenadora. E incluso propicia un eco de las posmodernidades, como la arquitectura cuando recupera elementos históricos. A veces, en lo expuesto, se sumará algún arco o una sola figuras, aunque el protagonismo se reserve a la dinámica erguida de los soportes y a la curva de las volutas.
Creo que Javier Lapuente ha hecho cerámica. Lo que no se demuestra mucho en sus cuadros, salvo quizás por la tendencia mayoritaria a una pintura de superficie. La colección recoge variantes y hasta permite situarlas en una trayectoria. Las primeras obras parecen algo más formales, con menos materia y más claras definiciones del objeto contra el fondo. Conforme avanza, en cambio, Lapuente esquematiza más y crecen las calidades y el valor de la mancha expresiva. Lo último, en general, resulta lo más dramático y sombrío. Entran ahora los verdes, junto a los desarrollos oscuros. Pero no se piense en falta de luz o de color, puesto que saltan el rojo o el luminosísimo amarillo. Lienzos y papeles, por lo demás, andan por caminos semejantes.
Lo que cierra, lo más rico en texturas y en modo de decir, con mayor carácter expresionista, resulta ser también lo que permite mejores augurios, como señal de progreso en una evolución con sentido. Que desde ahora aprecio y me propongo seguir.
