Papeles de Interior. Juego de palabras con un doble sentido. El pintor introduce evocaciones de intimidad tanto como un efecto ligeramente kisch, pertenece-pertenecemos, me incluyo-a una generación que vivió su infancia-adolescencia en hogares con papeles pintados, han pervivido, pero antes de la moda del estucado esa especie de viruela ibicenca de las paredes tan difícil de desaparecer, lo que realmente se llevaba eran los papeles pintados; introducir esos fragmentos que parecen como contrapunto y complemento de la materia pictórica en casi la totalidad de esos lienzos es, de alguna forma, hacer un guiño a la memoria personal tanto como a los viejos modernos cubistas, un guiño irónico.
También ha utilizado esos muestrarios de papeles pintados para sus dibujos, como único soporte y por el reverso, esta económica reutilización, de nuevo irónica, aprovecha el relieve decorativo que invertido, se retiene en sus surcos la materia que los explora, transforma e ignora para practicar esos ejercicios de libertad, de inmediatez e intimidad que constituyen casi siempre el dibujo; esa pared con una veintena de pequeños papeles se acerca a la idea de los grandes ventanales compartimentados a la inglesa que parece remitir de nuevo a la casa, a todo aquello que nos es familiar, a la memoria personal.
Curiosamente y sin que haya circunstancia alguna que lo justifique a excepción de la propia elección, su pintura enlaza con un cierto mediterranismo y más concretamente, con un tipo de pintura vinculada a Cataluña que se caracteriza por una extrovertida utilización del color y muy unida a una técnica depurada y flexible, a un gesto expansivo. Una expresión de matices líricos a los que se suma un alto grado de sensibilidad, una especie de celebración de los sentidos. Ocres, blancos, azules intensos, rojos crepusculares, el Mediterráneo. Quizá pervive todavía en el recuerdo un viaje que hace años marcaría su pintura: Esmirna, Efeso, Estambul.
Una vibración de orden poético parece presidir estas obras que nombran, sugieren, evocan una realidad, que crean un clima de suspensión, que invitan a sumirse en la contemplación, ese estadio superior de la mirada, porque es desde ese lugar de donde parecen haber sido creadas. Si la ejecución es, a simple vista, apasionada y rápida, en realidad esconde una actitud reflexiva y pausada, serena y equilibrada en la manera de pensar la obra, de pensar la pintura, de vivirla.
Pintura que remite a si misma, a su propio espacio que no es otro que el pictórico, al igual que el acto de pintar no es otro que un acto de interiorización de la experiencia. |