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TEXTOS "Mensajes de la memoria"
     
JAVIER LAPUENTE: MENSAJES DE LA MEMORIA

La obra última de Javier Lapuente (Tarazona, 1959) continúa indagando en las posibilidades ilimitadas de la pintura, que entiende como el mecanismo capaz de expresar su propio territorio. En esta búsqueda constante, Lapuente reclama la presencia de las huellas de su experiencia. Pequeños retazos fragmentados, y al tiempo evidentes, aún cuando conservan ese matiz que los hace entrar a formar parte de un universo en común, habitan en estas composiciones al límite de la abstracción. El color continúa siendo el elemento protagonista de su pintura, llegando incluso a suplantar a la forma en la creación de un espacio estructurado.Sobre este espacio construido con el color, Lapuente interviene la capa de pintura que, con relajo, se apodera del cuadro para dar luz a atmósferas evocadoras, cuyo contenido sólo intuimos a partir de la presencia de imágenes, simples improntas, que dejan su rastro en la superficie del lienzo.
   
  En una de las secuencias que componen la selección de obras expuesta en la galería Odeón, la llave se convierte en signo que abre cuantas puertas esté dispuesto el visitante que las contempla. También reconocemos huellas de ese viaje al que se nos invita. Entre ambas imágenes, un cúmulo de sensaciones provocadas en exclusiva por los mecanismos puestos a disposición por la pintura: color y materia. Ambos recursos permiten atisbar territorios que avanzan por un camino en el que las imágenes son sólo retazos de una memoria, cuya esencia se acumula en los accidentes provocados: texturas, manchas, rasguños, barridos, formas insinuadas que no buscan referirse a realidades concretas… se repiten en un constante fluir que, invariablemente, responde a un ritmo cadencioso y absorbente. Lapuente explora y utiliza el color dando entrada en su pintura a una amplísima gama de tonalidades e intensidades suaves, apenas contrastadas pero con valores independientes. La atmósfera creada aparecerá, de este modo, sumida en un silencio reparador en el cual, sin ruptura alguna, coinciden fragmentos de una realidad conocida y tangible junto a su recuerdo en algún lugar de la memoria. Como está, el espacio pictórico introduce constantes matices para referirse a su incontenible poder de evocación. Es quizás por ello que cualquier posibilidad de acortar territorios, de dar forma a la estructura interna del cuadro, acabará frustrada frente a la incontenible capacidad de ensoñación.
Chus Tutelilla.
El Periódico, 18 abril 1998.
 
     
 
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